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 7 principios para comprender la ecología urbana de la ciudad informal

7 principios para comprender la ecología urbana de la ciudad informal

En una América Latina y el Caribe donde más del 80% de sus habitantes viven en zonas urbanas y 27% de ellos en asentamientos informales, es una urgencia volver sobre la forma en la cual la informalidad ha sido abordada. Los asentamientos informales se han ido consolidando a lo largo del tiempo como una estrategia de acceso a los beneficios de la ciudad, a suelo y vivienda que ha trascendido contextos nacionales pero que son afectos a su vez de múltiples vulnerabilidades, como desalojos, reubicaciones, ausencia de servicios, estigmatización, entre otros.

La informalidad fue por mucho tiempo una condición fuera del ámbito académico de la planificación y el urbanismo, la cual requería reconocerse para trabajar en ella, no necesariamente aprender de ella. La informalidad entendida entonces como proceso de construcción de la ciudad contemporánea, pone de manifiesto que esta posee un conocimiento propio a través del cual se construye y transforma de generación tras generación, y que para poder entender y trabajar en ella, es necesario estudiar su propia naturaleza, explorar el trabajo a través de sus reglas y potenciar su inteligencia interna.

Esta aproximación ha estructurado el trabajo realizado durante el año 2018 y 2019 en el proyecto “Informal Design”. Entendido como un proceso de diseño al interior del Barrio 31 (ex Villa 31), su estructura se organiza por medio de un un entendimiento en múltiples entradas, dimensiones y escalas. Iniciado a través de una levantamiento académico orientado a relevar  temáticas y proto-respuestas, sus resultados dan inicio a la construcción de una metodología de trabajo a través de diferentes actores e instituciones, la cual se presenta para la realización  de un workshop internacional desarrollado en el barrio durante el año 2019.  En sus diversas etapas, y desde una directa interacción con el barrio, el proyecto ha buscado poner en juicio y modificar las formas del “aprender”, “hacer” y “pensar” acerca de la informalidad, sus procesos y actores.

A través de la revisión del proceso llevado a cabo en estos años, planteamos aquí 7 principios iniciales para una aproximación hacia la informalidad. Estos principios no son reglas, ni condiciones que replicadas aseguren un resultado, sino que constituyen algunas de las dimensiones que decantan de un proceso de acercamiento atento hacia el barrio,  sus vecinos y aprendizajes generados.

1. El desafío de la múltiple escala

Cualquier trabajo de lectura de un contexto informal debe entenderse tanto en la escala de la ciudad como del objeto. El inicio del proceso se dió en el contexto del “Taller de La Gran Escala”, el cual corresponde a una asignatura de diseño de 5to Semestre del DesignLab de la Universidad Adolfo Ibáñez. Ya desde su planteamiento inicial, el programa académico cuestiona su designación y la concepción de la Gran Escala como respuesta moderna alcanzada a través de un proyecto específico pensado y diseñado desde afuera para ser implementado en el lugar. Es así que el la Gran Escala es entendida como una ecología urbana cuya resultante de la aceptación de su naturaleza es a través de condiciones emergentes y cambiantes; resultado de intervenciones mínimas que se reproducen de acuerdo a su pertinencia para alcanzar la escala urbana emergente.

Como argumenta Andrea Branzi[3], la ciudad debe ser analizada e intervenida a través de sistemas que lejos de ser rígidos y permanentes, sean reversibles, incompletos e imperfectos. Esto permite abrirse a la adaptación, evolución y recepción de nuevos usos y actividades, con infraestructuras temporales y ligeras donde la escala urbana de las transformaciones es producto de operaciones más ligadas a una esfera doméstica que a intervenciones externas en donde se borra la dicotomía operacional entre el espacio público y el privado.

2. El barrio como proceso

La informalidad no es un debate acerca de lo que consideramos regular- irregular; formal – informal; es una activa condición que elimina la forma de ambos, para definir un proceso, un metabolismo que no se detiene. B31 es un asentamiento que ha no ha parado de crecer, adaptarse, cambiar y evolucionar. El barrio ha sido la resultante de un proceso que de manera orgánica y ante su necesidad, ha ido respondiendo a sus propios requerimientos en el tiempo. De ahí entonces la inaplicabilidad de una caracterización con herramientas estáticas, ni menos propuestas que se sustenten en la permanencia. Sus unidades son la precisión de sus usos y ellos el reflejo de sus habitantes. Así, las viviendas se adaptan a la llegada de nuevos integrantes o la aparición de nuevos programas: se modifican los espacios interiores, se cierran terrazas, se abren vanos a través de los ladrillos, se cuelgan escaleras exteriores a lo alto de los edificios, o se construyen nuevos frentes para la aparición de comercios. La Ecología de la Informalidad nos plantea la pregunta acerca de cómo entender y operar en condiciones urbanas que son dinámicas, progresivas, emergentes y resilientes.

3. Enseñar y aprender a través de la informalidad

Que no sea forma sino un proceso, no invalida la posibilidad de enseñar y aprender a través de ella. Su problemática y necesidad de respuestas sigue estando en el ámbito del diseño, pero para ello es éste quien debe cambiar su lógica interna. Se plantea el diseño como un pedagogía de entendimiento y respuesta a procesos que muchas veces exceden a la forma como objetivo; procesos como sistemas donde interactúan diversas actores y fuerzas: sociales, naturales, constructivas entre otras. En la llamada informalidad, lo más formal que nos encontramos son las construcciones, las cuales responden a sistemas estandarizados, tipologías reconocibles y técnicas del hacer que se multiplican como un conocimiento material que los mismos habitantes han traído y consolidado como un gen edificatorio. Por ello, el ejercicio disciplinar, tanto académico como profesional, no debe buscar proponer edificaciones ni menos copiar sus sistemas para replicarlos como ejercicio de lenguaje, sino pensar en sistemas que interactúan en múltiples dimensiones. El diseño en estos contextos es inoperante como forma per se por valores intrínsecos, sino que es una herramienta de cambio cuando responde a la interacción y conexión de factores disconexos como puede ser el agua lluvia, su recepción, conducción y la producción de espacio público. El diseño se convierte así en un conector.

4. Interacciones de habitabilidad

El trabajo etnográfico y de análisis del barrio permitió definir estrategias tácticas para conformar una guía de la habitabilidad como estructura de áreas que debieran ser asumidas y priorizadas para un trabajo colaborativo. Si bien la informalidad tiene la particularidad de lo único e irrepetible, la realidad de estos barrios permite a su vez agrupar situaciones, realidades y desafíos comunes que en su conjunto permiten una agrupación tipológica para posibilitar la generación de estrategias replicables. De esta forma, temáticas que han sido parcialmente cubiertas en las unidades de vivienda, pueden ser tratadas como un silabario de intervenciones abordadas de manera independiente; desplegadas de manera conjunta y multiplicadas a una escala urbana. Luz, Ventilación Natural, Manejo de la Basura, Estacionamientos, Sistemas de electricidad, Sistema de alcantarillado, Sistema de Agua Potable, Lugares de encuentro, Aguas Lluvias, Zonas de guardado, Vegetación, Escaleras, Basuras y Accesibilidad Universal son el problema a resolver a través de micro intervenciones, que como menciona Branzi[4], son las que deben generar las grandes transformaciones urbanas. 

5. Conocimiento local

La posibilidad de proponer alguna solución depende de un reconocimiento del capital humano que existe en el lugar. El diseñador es un articulador de capacidades, que son ricas, variadas, precisas y entusiastas. Incorporar a aquellos que son parte fundamental de la interacción cotidiana en el barrio, las familias, los trabajadores, actores sociales, profesionales de terreno entre otros, transforma un proceso que disciplinariamente se entiende como lineal en el diseño, para volverlo más intenso, rico en contenido y agudo en sus precisiones. Definir la comunicación entre quien tiene un problema y quien puede solucionarlo, requiere el diseño de herramientas y procesos de interacción. Por otro lado, reconocer el hacer local, descubrir a aquellos expertos de la construcción, los soldadores, carpinteros, albañiles que han levantado una ciudad por años, permite validar las soluciones y proyectar una segura implementación. Quién podría ser mejor para buscar soluciones que aquellos que conocen los problemas y los que por años han dedicado su tiempo a solucionarlos. Diseñar es también la construcción de puentes de comunicación, facilitar la interacción, construir el medio y la confianza para que suceda.

6. Aprendizajes cruzados

En un proyecto todos enseñan y todos aprenden. Cada uno de los actores tiene algo que es relevante, por ello están aquí. Hay familias, expertos locales, profesionales de la Secretaría de Planificación Urbana, profesionales del Cities Lab, coordinadores y académicos, funcionarios del CFP, alumnos de dos universidades y más. Todos llegan con algo que decir, pensar, proponer. La dinámica requiere ser orquestada pero no definida. Es necesario construir un diálogo que permita validar la opinión y trabajar en conjunto para buscar definiciones. Si bien el concepto de la participación efectiva es un concepto ampliamente utilizado, experiencias como la desarrollada pone en evidencia que ante un desafío común, diferentes visiones se conjugan, permitiendo que naturalmente cada uno vaya tomando un rol principal y de soporte en algún momento. El reconocimiento del otro como un igual permite la construcción de confianzas y capital de colaboración, lo cual supera incluso el objeto de diseño, reconociendo que el resultado de este andamiaje es la construcción base de nuevos procesos inimaginados.

7. La medición del impacto de lo proyectado

Medir para poder entender lo que se hizo y cómo se haría mejor. Medir no solamente un resultado sino la mayor cantidad de variables que pudo el proceso haber detonado. En términos concretos, se genera una medición del funcionamiento de los prototipos pero sin olvidar que el impacto es social. Han habido vecinos que no se habían reunido, profesionales que recuperan la motivación para seguir haciendo más de lo mismo y mejor, pequeñas emprendedoras que han apoyado desde sus cocinerías y que se sienten motivadas a seguir emprendiendo, profesionales que habiendo trabajado durante años en el barrio y que sienten que nuevas herramientas pueden ser puestas en uso. Los resultados y su impacto no pueden ser visualizados únicamente en las fotografías de un potente proceso o en los dibujos técnicos de los resultados de este.

Debemos proponer estrategias para escuchar, poder tener el tiempo y la atención para entender la realidad de la informalidad, sacarnos prejuicios y estereotipos,  reconocer que de informal tiene poco y que de conocimiento duro, mucho. Hoy pocos podrían no reconocer la inteligencia que la informalidad ha consolidado, su validez y pragmatismo como proceso de construcción del hábitat contemporáneo. La discusión que abre este tipo de experiencias van más allá de un acercamiento hacia la informalidad, sino el comenzar a pensar cómo ese conocimiento es capaz de articular herramientas para la construcción de la otra ciudad, la que pensábamos estaba en el otro extremo, consolidada y formal, y que hoy pudiera verse beneficiada en su proceso de las virtudes que el B31 puede entregar.

Fuente: https://blogs.iadb.org/ciudades-sostenibles/es/7-principios-para-comprender-la-ecologia-urbana-de-la-ciudad-informal/

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