Se trata de un espacio para juicios orales en Pátzcuaro. Su inspiración corresponde a las Trojes, construcciones purépecha, y devuelve la dignidad a estos espacios.

Con la Reforma al sistema judicial mexicano en 2008, se introdujeron los juicios orales con el fin de agilizar el trabajo de los jueces y lograr una mejor impartición de justicia.

Este cambio de paradigma procesal no puede completarse si no se cuenta con instalaciones aptas para llevar a cabo estos juicios que, entre otras cosas, tienen que grabarse en video y contar con áreas de atención personalizada para acusados y acusadores.

En todos los estados de la república se han renovado instalaciones o se han creado nuevas, como el caso de este proyecto ubicado en Pátzcuaro, Michoacán, y por el que la arquitecta mexicana Gabriela Carrillo obtuvo el Premio Internacional Mujeres en la Arquitectura 2017.

Pátzcuaro es una ciudad en la orilla sur del lago del mismo nombre. Su núcleo urbano está dividido en dos, el área del muelle y el centro.

Los tribunales penales no están en ninguna de estas dos secciones; están en las afueras del este, cerca de una carretera principal rodeada por un contexto más rural a lo largo de la ladera de algunas colinas pequeñas.

Esta suave pendiente fue el punto de partida para la organización del plano arquitectónico y la sección, donde una serie de edificios rectangulares están escalonados de acuerdo con la topografía existente.

Sin embargo, el enfoque conceptual del proyecto proviene de otra idea, como dice Carrillo:

«El problema principal con el que tuvimos que lidiar en este edificio fue encontrar la forma de cumplir con reglas de seguridad muy estrictas y, al mismo tiempo, proponer una idea de espacio que daría a todos una sensación de libertad y transparencia. Necesitábamos barreras, pero también una sensación de apertura. Decidimos entonces tratar el proyecto como una ciudad amurallada donde el muro podía entenderse más como un límite, y los espacios interiores podían ser experimentados como una ciudad abierta».

A Carrillo y Rocha generalmente les gusta organizar todas las piezas de un proyecto en una modulación ortogonal ordenada. Esta no es una excepción.

El conjunto de 1,631 metros cuadrados está delimitado por un muro ovalado de piedra que contiene las diferentes áreas del programa arquitectónico: atención, áreas comunes, espacios privados, públicos y servicios.

Consta de dos salas para juicios orales, áreas de archivo, oficinas para jueces, y salas para abogados.

Una de las complejidades del proyecto es la separación de tres circulaciones que no deben cruzarse entre sí: visitantes, jueces e imputados.

Las salas donde se llevan a cabo estos juicios miden 6 metros de altura y están inspiradas en las trojes michoacanas, antiguos depósitos de madera sin ventanas y con un solo acceso, por lo que estas nuevas cajas de madera se iluminan indirectamente, pues la luz natural entra por ventanales a nivel de piso para dar la debida privacidad a los procesos que aquí se desarrollan.

La luz juega un papel fundamental en estos juzgados orales, pues el manejo de su intensidad va en relación al tipo de espacio a iluminar; para matizar la luz se emplean celosías de tabiques huecos que marcan un ritmo casi procesional para acusados y acusadores.

Conceptos como transparencia, democracia y justicia se reflejan en el proyecto que transforma el concepto carcelario de vigilar y someter, por uno más flexible y abierto, sin perder el carácter de autoridad y representación de la ley.

Gabriela Carrillo, junto con su socio Mauricio Rocha, ha creado un proyecto que reafirma el paisaje donde fue construido gracias al uso de materiales locales, y que promueve la participación de la sociedad a la que debe servir.

Arquitectos: Taller de Arquitectura Mauricio Rocha + Gabriela Carrillo
Proyecto: Juzgados en Pátzcuaro, México .
Imagenes: Onnis Luque

Arquitectos: Taller de Arquitectura Mauricio Rocha + Gabriela Carrillo
Proyecto: Juzgados en Pátzcuaro, México .
Imagenes: Onnis Luque
Noticia vía 2017 Women in Architecture Award.